El futbol femenino ha crecido a pasos agigantados y en Barcelona ha dado saltos desde 2006, de casi desaparecer a aparecer en una final de Champions. Con el crecimiento del deporte también han nacido ídolos, referentes y heroínas que se visten de corto y mueven la pelota como nunca antes lo habíamos visto en una mujer.
El camino por recorrer sigue siendo largo pero quienes hemos crecido acariciando la pelota notamos los cambios, el avance y el camino, largo pero cada vez más bonito.
“Sé que las niñas ya no piensan que el fútbol es solo un deporte de hombres,” diría Caroline Graham Hansen para El País unas semanas atrás. La noruega se ha convertido en una de las mejores jugadoras del mundo tras ser el fichaje estrella del Barcelona donde su rendimiento e impacto ha superado las expectativas que ya generaba en papel. Y es verdad, las puertas de las estadios están cada vez más abiertas a los sueños de las niñas, el Camp Nou uno de ellos. El Barça ha dado un paso al frente cuando de futbol femenino se trata y si ya es un símbolo de identidad en este deporte, lo está reforzando en esta sección. Este año muchas niñas en todo el mundo pudieron ver un partido en el Camp Nou y soñar que ellas mismas podrían estar pisando la alfombra verde del teatro más grande de Europa, algo que sería imposible sin ver al equipo de Lluís Cortés hacerlo primero.
Para suerte del futbol femenino del futuro y para fortuna de una nueva generación de niñas que pueden aspirar a ser futbolistas con educación, feminidad y buen futbol se ha alzado un equipo que no solo ha roto todos los récords en el campo, también muchos prejuicios fuera de él. Ahora las niñas no se ven al espejo imaginando que juegan con Messi, Xavi o Iniesta un híbrido muy raro de hombres y mujeres en un campo de futbol porque crecieron sin ver al Barça femenino, creyendo que no podía ser real. Ahora se ven al espejo imaginando que son Alexia, Vicky, Mapi o Lieke. Que desbordan como Caroline, ya no como Neymar. Que juegan con la sonrisa de Mariona, no la de Ronaldinho. Que son de la cantera como Aitana, no Sergi Roberto. Que vuelan como Paños, no como Ter Stegen. Que meten goles como Jenni, no como Luis. Que salen de atrás como Patri, no como Sergio. Y esto es bueno, muy bueno. Somos testigos de una generación que está inspirando a muchas otras.
El primer paso que acortó distancias hacia la primera Copa de Europa fue en 1961 cuando el Barça de Kubala y Suárez llegaba por primera vez a una final de la máxima competición continental pero caía ante el Benfica. Y no fue hasta 1992 que el Dream Team de Johan Cruyff conquistaba la orejona y los corazones de toda Europa. El Barça femenino también tiene su historia y el parteaguas no fue en Berna, fue en Budapest. También llegaba por primera vez a una final de Champions y tampoco ganaba la copa pero sí dio a luz a una frase que lo cambiaba todo: ya no hay distancia. El Barça veía de tu a tu a los grandes de Europa, competía sin complejos ante un Olympique de Lyon máximo ganador de la competición y caía con el pecho inflado de orgullo pero con más ganas que nunca.
Así como la historia cambió con innumerables e inspiradoras frases de Johan Cruyff, esta vez lo hacía con una frase de las capitanas a su entrenador en el aeropuerto de regreso a casa con la medalla de plata colgando y los ojos hinchados de llorar. “Haremos lo que sea necesario,” dijeron y cumplieron.
Ahora son ‘ídolas‘ no por los resultados, el legado va mucho más allá de títulos. En los últimos años son ellas las que han navegado con la bandera Cruyffista, en estilo, compromiso y barcelonismo. La cultura del Barça no sabe de géneros, ellas ya lo entendieron y los demás empiezan a hacerlo.
“No juegues por las finales, juego por hacer historia,” anunciaba Nike en una lona en pleno Paseo de Gracia. Hacer historia es marcar un antes y un después en los sueños de millones de niñas que se han querido ver en el Barça y ahora pueden. ¿La Champions? Un premio que llegará de la mano pero convencerlas que nada es imposible, que una niña puede jugar en el Barca, tener su Estadi (Johan Cruyff) y jugar en el Camp Nou es el verdadero premio. Entrar a la tienda del Barça y ver la camiseta de Alexia junto a la de Messi no tiene precio, y mi niña de 10 años sigue sonriendo cada vez que lo piensa.
Cuando crezca quiero ser como ellas.