Este artículo fue escrito originalmente en catalán por Natalia Arroyo, analista y entrenadora de primera división, para el periódico catalán, Diari Ara, y fue posteriormente adaptado a inglés para más difusión por la editora de Blaugranagram, Aina Canales.
Después de Budapest, las jugadoras entendieron que tenían que entrenarse más horas para dar el salto.
Una derrota contundente fue el inicio de una impecable cadena de victorias. Cuando el Barça confirmó que estaba demasiado lejos del Olympique de Lyon en la final de la Champions de Budapest, justo hace un año, se vio clara la dirección de mejora que se debía hacer: “Son más rápidas y más fuertes que nosotros. Debemos entrenar más para acercarnos a ellas “, admitía el vestuario, con la frustración viva de haber sido incapaces de frenar Hegerberg, Marozsán, Bronce, Le Sommer o Van de Sanden.
La lección de aquel 18 de mayo, sumada a la sensación de estar cerca pero no pudo hacer nada contra las selecciones más potentes del Mundial, marcó un nuevo objetivo a las jugadoras: llegar a ser como ellas. El cóctel ambicioso trazó un camino que unos meses más tarde convirtió al equipo de Lluís Cortés en el más poderoso de la Primera Iberdrola (título que la RFEF confirmo después de concluir de urgencia el campeonato) y en uno de los equipos más peligrosos de Europa, sobre todo en casa. Ha terminado sin perder ningún partido oficial esta temporada, con un promedio de 4,1 goles por partido y sólo 0,3 en contra. El Lyon y el Wolfsburgo, también invictos, iban a ritmo de 4,2 y 4,6 goles por partido en sus competiciones. La mejora es clara respecto al año pasado, cuando se marcaban 3,1 goles y se encaja 0,5.
¿Cuál es el secreto de este salto de calidad? “La razón principal es que las jugadoras están receptivas. Son las primeras que han aceptado que se debe entrenar más “, reconoce Luis Cortés. Este es un punto importante. La calidad diferencial de los refuerzos (con Hansen y Oshoala a la cabeza), el trabajo minucioso para la mejora táctica, tanto colectiva como individual (con más trabajo de análisis del staff y más horas de trabajo específico de las jugadoras) y un control más detallado en aspectos nutricionales han completado la mutación. “La mayoría de jugadoras aseguran que están en su mejor momento deportivo”, se reconoce en la Ciudad Deportiva Joan Gamper. Y no es casualidad.
97 horas más de campo
Tras el 10-1 ante la Real Sociedad en la Supercopa de España, el técnico reconoció que si el Barça era mejor se debía, sobre todo, a que había aumentado la carga de trabajo respecto a años anteriores. El club azulgrana cerró el primer tramo de la temporada (contando hasta diciembre) con 97 horas de campo y 12 horas de trabajo de fuerza más que durante el mismo período del año anterior.
En días de entrenamiento implica que se han hecho 14 sesiones más que el curso pasado, pero sin que afectara necesariamente los días de descanso de las jugadoras. Se ha aumentado el volumen de dobles sesiones (15 más, en las que se han incluido más partidos amistosos) y casi se ha doblado el paso por el gimnasio (33 visitas más) para incluir trabajo de fuerza. Sumado a una pretemporada más controlada que cuando se viajó a los Estados Unidos, el aumento es más que sustancial.
Más esfuerzos y más rápidas
Pero subir el volumen de trabajo no necesariamente tiene que derivar en mejora si la calidad del entrenamiento no permite aprovechar el aumento en cantidad. Y aquí es donde el Barça pone la lupa y saca pecho. Los datos de GPS de las jugadoras constatan que el equipo, ahora, hace más esfuerzos a alta intensidad que antes. La distancia recorrida en partido, más o menos, es similar a la de antes pero ahora las futbolistas dan muchos más valores superiores a los 24 y 21 kilómetros por hora que antes. Es decir, esprintan más golpes y mantienen un ritmo alto durante muchos más metros. Su capacidad de recuperación también es mejor. “La incorporación de jugadoras rápidas nos ha ayudado a subir el nivel”, afirma Berta Carles, preparadora física del equipo.
Reducción de los índices de grasa
Otro de los aspectos en los que más se ha detectado la mejora de la plantilla es en los valores de peso y masa muscular. Según los registros del club, desde la profesionalización en el año 2015, y en promedio, el equipo ha reducido en más de un 5% sus porcentajes de grasa. Al cierre de este 2019, el equipo estaba un 0,5% mejor que en la final de Budapest.
La explicación es clara: se está haciendo un seguimiento nutricional mucho más exhaustivo (a través del especialista Mireia Porta, que ya se incorporó a mediados de la temporada pasada) y el biotipo de la jugadora que se ha incorporado en la plantilla ha cambiado. Se está mucho más pendiente de los menús en los hoteles y la comida que hay los días de partido. Con todo, los valores de ahora acercan la sección a los parámetros de otros deportes profesionales y rompen con una tendencia que alertaba de un ligero sobrepeso en las futbolistas.
Más staff y más profesionalizado
La mejora futbolística del Barça femenino no es exclusiva de las jugadoras y se ha hecho notar también en la composición del cuerpo técnico, que cada vez es más amplio. En el cambio de Xavi Llorens a Fran Sánchez, en 2017/18, el club anunciaba con orgullo que se incorporaba nuevo personal a la dinámica del equipo: en total, eran 8 personas en el primer equipo. Actualmente, Lluís Cortés dirige un grupo de trabajo de 14 personas, con un preparador físico extra para complementar el trabajo de Berta Carles (Jacob González, que proviene del rugby y que lleva la parte coadyuvante), dos ayudantes técnicos (Rafael Navarro y Jonatan Giráldez ), el entrenador de porteras (Oriol Casares), dos analistas (Toni Gordo y Alberto Angelastri) y una psicóloga deportiva (Isabel García, ex jugadora de fútbol sala). Además, hay una doctora (Eva Ferrer) y dos fisioterapeutas (Judit Valencia y Isabel Arbonés), y están a tiempo completo el delegado (Gonzalo Rodríguez) y el encargado de material (Rubén Jiménez).
La clave, sin embargo, no es sólo que el staff sea más gente, sino que ahora todo el mundo tiene los roles muy bien definidos. De hecho, es habitual que durante los entrenamientos, los analistas, el encargado de material o las fisioterapeutas ayuden a recoger pelotas, a mover miniporterías o avisar al encargado del riego de cuándo debe activar el sistema para no interferir en la dinámica del entrenamiento. “Todo el mundo tiene una función para el equipo”, insiste Cortés. Esta sincronía permite optimizar mucho más el tiempo de entrenamiento en el campo y multiplicar las posibilidades.
Entrenamientos e informes individuales
Tener más manos permite a la estructura técnica asumir trabajos individuales que antes costaban más de encajar en la agenda de preparación del equipo. Ahora casi cada semana las sesiones incluyen un día de entrenamiento específico. Son días de tareas personalizadas, destinadas a corregir aspectos muy concretos de las jugadoras: ejercicios para las centrales, situaciones de banda para las extremos y laterales, acciones de juego para las jugadoras interiores, etc. “Son los pequeños detalles que marcan la diferencia”, considera el técnico balagariense.
Después de cada partido cada jugadora recibe un vídeo específico con su actuación, puntualizando sobre las cosas que tiene que mejorar o que debe corregir. “Esta parte individual está teniendo muy buena acogida, la jugadora siente que mejora y eso le gusta”, admite Cortés. Es la misma sensación que reconocen desde la parcela física los preparadores, Berta Carles y Jacob González: “La clave de todo es que la jugadora nos pide más. Es ella la primera que quiere mejorar “.
Además de los informes y los entrenamientos individuales, el equipo también ha perfeccionado su trabajo de análisis colectiva. La era de los datos ha invadido también los despachos de la Ciudad Deportiva Joan Gamper. Junto con otros departamentos del club, de cada partido se extraen cientos de datos que permiten a Cortés afinar muchísimo el rendimiento de su equipo. Así, por ejemplo, tiene contabilizadas las ocasiones, de qué manera se producen y qué jugadoras las protagonizan. Lo mismo con las ocasiones recibidas, el volumen de posesión y tiempo efectivo y muchos más datos.
Con todo, se concluye que el equipo este año tiene un promedio de 22 remates por partido, cuando el año pasado hacía 16. También ha mejorado el registro de recuperaciones, de las cuales el 43% son en campo contrario. A campo propio se ha reducido el porcentaje de pérdidas de balón (16%) y, en general, el equipo gestiona mejor la posesión: el 51% de las veces que el equipo tiene la pelota, genera una llegada.
La explosiva dinámica que llevaba el femenino, se ha visto ahora interrumpida por la crisis del Covid-19, que ha obligado a parar todo. El paro ha cortado el ritmo que llevaban pero no ha cambiado su ambición. El objetivo sigue siendo el mismo: poder hacer sufrir al Lyon si se repite la final del año pasado.